Paranoia

Dime a cuantos pasos me encuentro de está, tu última morada;
dime que razón me das de calor, de inocencia y de trovador.

Ya que las superficies inhóspitas de tu cordura me son ajenas, debo de entrar navegando en las arenas de tu locura, verte a los ojos cociendo caricias ignoradas en la historia de nuestra unión, viendo por siempre y hasta el fin estas creencias exageradas, banalidades de petulancia y de prejuicio, o el fondo de las arenas de este tu desierto abierto de pecho.

A media noche descubro tu realidad, no veo mas haya de tus vítreos ojos, que no han dejado ver tu horizonte, que no me permiten tomar el sueño, el manto de mis lamentos ni la realidad de tu cuerpo.

¿He visto aquellos viejos lagos de sal solo para perderme en tu ironía?
Si es así la verdadera elocuencia de tus preocupaciones son un fiel reflejo de tu verdad inédita, de tu color ajeno, de tu maligna prioridad, que no es más que no quedarte sola, no quedarte sin mi mano amiga que puede espantar soledades de una sola jugada y que permite el flujo de tu sangre, de tus colores, de tus ojos que por más que veo en el horizonte no me permites descubrir y que, por lo tanto, se sumen de nuevo en la negrura de mi inconsciente, pues por más surrealista, sub-alterno, contemporáneo o desquiciado que sea mi pensamiento no podré jamás recordar el detalle minúsculo de aquello que no sea más que una imagen desconocida a mi ser.

Ya no te veo el rostro, lentamente desapareces en esta locura trasnochada de mis pesadillas, de mi esquizofrénica realidad, y de forma alterna a mi cordura te presentas detrás mío, respirando en mi nuca y en mi cuello, sedienta de mi cordura, junto a aquella niña que se sienta en esa sillita azul en el fondo de mi pasillo, justo donde la luz de la luna o del farol de la calle no me permiten ver.
Te conozco perfectamente, o dama de mis trasnochadas y de mis penas, se que pronto te he de ver, pero mientras tanto, platica elocuentemente con la niña de mis paranoias, pues se que confabulan misteriosas de mi realidad, pues mi nombre verdadero lo conocen bien las dos, y yo solo soy esclavo de sus juegos macabros y de su terror que es el mío.